jueves, 31 de agosto de 2017

114 CSM. Salas. Huesca







Esta es cómo Santa María curó al hijo de una mujer al que habían llagado de muerte sus enemigos. "Aquélla a quien sirven los celestiales bien puede curar mortales llagas."
De esto hizo un gran milagro Santa María de Salas, en favor de una mujer que tenía mucha confianza en Ella y la servía, poniendo cirios ante su altar.
Tuvo un hijo al que amaba más que a nada, y siempre lo encomendaba a Santa María y rogaba por él para que se lo librase de desgracias y de males.
Y falta le hizo, porque un día lo llagaron mal, de tal manera que lo despedazaron y le dieron descomunales golpes.
Cuando oyó esto su madre, la pobrecilla, con cuita tan grande que por él tenía, se fue por él muy pronto y se lo trajo de prisa a su casa y lo puso en unos soportales.
Y lo miró y lo vio como deshecho por las muy grandes llagas y tan maltrecho; se las vendó todas, de cualquier manera, con paños de lino y con sus cendales y lo encomendó a la gloriosa Santa María de Salas, preciosa, que lo sanó luego como piadosamente suele

Ella hacerlo en tales casos. De manera que las llagas que estaban vendadas quedaron luego juntas, sanas, curadas y bien cerradas, que ni aparecían las señales.
 Antes de que llegase el alba del día, le dijo a su madre que lo desatara porque estaba ya sano y que lo mirase; y ella lo hizo luego y halló todas las llagas iguales y sanas, y por ello dio loores a la bendita Señora de los señores que muestra tan grandes amores a los suyos, y más a aquellos que le son leales. Luego, madre e hijo se pusieron en camino, y fueron a Salas y allá contaron este milagro; y todos alabaron a la Virgen por ello y ya seguirán alabándola.






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