jueves, 13 de julio de 2017

Hi Toráh lanu nitana



Esther Roffe





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Dos mil años de historia de un pueblo, veinte siglos de vida y de creación. Vida y creación que florecieron hasta alcanzar cumbres insospechables, así podría resumirse el increíble fenómeno sefardí, sin parangón en la historia de la humanidad.
 A lo largo de quince siglos desarrolló el pueblo sefardí una cultura en España que fue la más importante del mundo en su época para luego verse suprimida de un plumazo con la cruel expulsión de 1492. Pero la creatividad sefardí, su característica señera, supo superar el trauma del destierro y perdurar vivaz y fértil hasta nuestros días, en todos los lugares, por remotos que fueran, donde los exiliados consiguieron rehacer su vida.
 La expulsión creó la diáspora sefardí, cuyo vínculo emocional y cultural con España se conservó como un lazo especialmente fuerte y vital. Se tenían los sefardíes como la aristocracia del mundo judío.
El gran historiador Graetz lo expresaba así: "Allá donde fueran llevaban consigo el idioma español, la dignidad y distinción españolas a África, Siria y Palestina, Italia y Flandes. Conservaban como preciado tesoro y cultivaban esta forma de ser, que se mantiene hasta hoy entre sus descendientes. Lejos de ser absorbidos entre la mayoría de la población judía que les había acogido con hospitalidad, ellos, como clase privilegiada, les miraban con desprecio y en muchos casos hasta les dictaban sus propias leyes.
" La flexibilidad cultural, la libertad intelectual, la apertura y la tolerancia fueron siempre los signos distintivos de la actitud sefardí. Nunca permitieron tales características la coexistencia en una misma comunidad de tendencias divergentes, y tan es así que tradicionalmente los sefardíes nunca fueron separados en fracciones ni movimientos rivales.
Tan notable cohesión se debe, sin duda, a su sentimiento de singularidad y hasta de superioridad. El gran Américo Castro lo definía con las siguientes palabras: "Con el idioma conviven recuerdos literarios, usos domésticos, rezos y liturgias. Conserva aún el sefardí cierta aristocrática altivez y suele alegar su origen hispánico como timbre nobiliario." Se precian de identificarse como "samehh tet", como sefardí puro, y ello desde tiempos remotos.
El insigne Maimonides siempre firmaba Moshe ben Maiman, Sefardí tahor. Conservaban los sefardíes sus fuertes lazos de solidaridad: desarrollaron sistemas de educación similares, reforzaron las relaciones de toda índole entre sus comunidades dispersas y preservaron una afinidad litúrgica fundamental. Estas comunidades supieron florecer sin sacrificar sus tradiciones. Contribuyeron poderosamente a la cultura y prosperidad económica de los países que les acogieron, pero lo más asombroso para el que ahonde en este tema es la preservación del legado español.
La conservación del judeo-español hubiera resultado inconcebible sin los sentimientos que mantenían los sefardíes hacia España y la necesidad de aferrarse a elementos comunes y distintivos de su identidad. España no correspondió a estos sentimientos durante muchos siglos, silenciando por contra la aportación a su propia cultura y civilización de tan preclaros hijos.
Fue una revelación increíble para él cuando el Senador del Reino, el Dr. Ángel Pulido, descubre con ojos maravillados en su viaje a los Balcanes a primeros de este siglo unas comunidades que hablan el castellano del siglo XV y se siguen identificando como españoles. Los prejuicios en España permanecían bastante arraigados para que su libro, titulado "Españoles sin patria", alcanzara entonces el eco que se mereciera. Tuvieron que transcurrir varias décadas para llegar al punto en que nos encontramos hoy, el de una España democrática que asume el pasado, porque la historia no se puede cambiar, pero que está firmemente decidida a emprender una nueva etapa de convivencia y a ahondar en sus enriquecedoras raíces judías para construir una España mejor, una España que mira confiada al futuro sin olvidar las duras lecciones de su trayectoria pasada.
 Qué mejor tributo puede rendirse al espíritu del reencuentro, a la fidelidad del sefardí a su tradición secular que el de recoger con amor el maravilloso legado del romancero en todas las tierras donde se conserva y presentarlo al más amplio público.
 Este es precisamente el propósito de la serie "Voces de Sefarad", programa de televisión del cual el presente libro forma parte.
 Samuel Toledano
 Secretario General de la Federación de Comunidades ISRAELITAS DE ESPAÑA.

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