viernes, 21 de julio de 2017

102 CSM







Esta es cómo Santa María guardó a un clérigo para que no muriese en una sima adonde lo habían echado unos ladrones.
 "Siempre a los suyos vale y continuamente guarda de mal, sin más, la muy Santa Señora."
 De esto os contaré de buena gana un gran milagro probado que hizo, por un clérigo ordenado, la Flor de los Santos. Este era, de siempre, muy dado a Santa María y, cuanto más podía, se esforzaba en loarla.
 Habiéndose extraviado, cuando iba de camino se encontró a un niño que le dijo: "Mucho mejor, os guiaría, si quisiereis ir conmigo y me dierais algo; si esto hiciereis no tengáis pavor de que os hagan mal ladrones ni otros malos peones."
 Y él cogió unos pepitas y se los dio, de buena voluntad. Y cuando se lo hubo dado, el traidor lo llevó, por sus pecados, a donde estaban reunidos los ladrones, que tan luego llegaron, lo llagaron y lo despojaron de todo y lo echaron en una cueva, que no la había peor en ningún lugar, y era muy honda, y no redonda, y además tenía muy mal hedor.
 Y así al ir cayendo abajo, iba diciendo "Santa María", que vino a socorrerlo muy pronto y fue su guarda, para que no cayese hasta el fondo, como es lógico caer, pero se quedó en un lugar oculto de la pared donde moró aquella noche.
 Y tantas piedras echaron luego tras él que tuvo grandes terrores. Pero bien sé cómo no sólo no fue herido, sino que, como he oído, hacia la luz dio voces, llamando a la Madre del Salvador, y ellos huyeron, pero antes cubrieron el hoyo.
 Y lo oyeron los pastores que estaban en derredor, en aquel desierto, y cuando hubieron abierto el hoyo, vieron, de cierto, yacer aquel pecador.
 Y luego cogieron cuerdas y se las echaron y así lo sacaron, pero llagado y sin color. Y después que les hubo contado y demostrado la verdad, fue loada por ellos la que es, con mucho, la mayor de los santos.


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