Esta es cómo Santa María destruyó una gran multitud de moros que habían entrado en una villa de cristianos y querían deshacer sus imágenes.
"Deben ser tenidas como gentes de mal juicio, las que creen hacer mal a aquella de quien Dios hubo nacido."
De esto quiero deciros un milagro, y contarlo, pues os satisfará cuando lo hubiereis escuchado, y por él, debéis tener a la Virgen buena gratitud.
Los moros vinieron, con muchas fuerzas, sobre una ciudad de cristianos, a destruir el lugar sagrado de ella y a deshacer el altar en que Dios era adorado, y a quitar las imágenes de las paredes y a raer cuanto ellos, por su pecado, podían alcanzar, que no se daban reposo en dañarlas a toda prisa.
Vieron una imagen que estaba allí, y que parecía más bella que las otras, y se echó a correr, aquel pueblo airado, a querer destruirla; pero, en vano quisieron acometerlo, porque no quiso sufrírselo la Madre del que quiso morir crucificado por nosotros.
Y por eso hubo de perderse aquella gente malhadada, que procuraban levantarse para arrancarla y removerla, y fallaron en el intento, porque fue bien probado que ni de herirla ni de tocarla le quedó una sola señal.
Y creyeron perecer y morir allí todos, y tuvieron que saber que a Dios le desagradaba que tratasen de escarnecer aquel lugar tan honrado.
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